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Rodríguez-Maciel J. Concepción1Rodríguez-Pineda José Luis2*
 
1Posgrado en Fitosanidad-Entomología y Acarología, Colegio de Postgarduados, México
2Posgrado en Economía, Colegio de Postgraduados, México
 
*Autor de correspondencia: rodriguez.joseluis@colpos.mx; jose.wyv1806@gmail.com

Este documento destaca las dificultades y desafíos que enfrentan los agricultores, desde el esfuerzo diario en el campo y ahora ante las amenazas del calentamiento global. Se subraya la importancia de reconocer y apoyar a los agricultores, quienes son fundamentales para la seguridad alimentaria y el bienestar de la sociedad.

Es un escenario común que las personas se reunan a disfrutar los manjares que produce el campo. En la parrilla donde se asa la carne, le ponen cebollitas y al mismo tiempo se prepara una rica ensalada. No obstante, rara vez se habla sobre las penurias que pasan los agricultores para que nosotros tengamos alimentos ricos y nutritivos en la mesa. Algunas personas incluso llegan a pensar que los alimentos se producen en los super mercados.

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Los productores que satisfacen nuestras necesidades produciendo alimentos, fibras, tinte, etc. se levantan muy temprano y antes del amanecer ya están en el campo. Disfrutan la emoción positiva que resulta de ver que sus plantas van creciendo de acuerdo a los esperado. No resisten la tentación de adentrarse a la parcela, tocarlas y expresar satisfacción por los resultados, pero necesitan sudor, esperanza, fe y coraje para cultivar la tierra. A los hombres y mujeres que hacen su vida en el surco para alimentar a un país, es común que el país no los vea. 

¿Quién piensa en el esfuerzo que hacen para comprar los insumos que se necesitan? Se agradece a las empresas que ponen a disposición de los agricultores dichos insumos, tales como semillas, fertilizantes o plaguicidas. Dichas empresas obtienen la ganancia pero el productor, quien sabe. No es raro que vendan su cosecha a precios que no alcanzan a cubrir sus gastos. 

Por si fuera poco, el calentamiento global está acrecentando las amenazas a la producción de alimentos. De hecho,  este fenómeno ya se siente en la agricultura y en prácticamente todas las actividades del ser humano, como lo sostiene Ray et al., (2029).

 

Las temperaturas se están elevando y en consecuencia hay más generaciones de plagas por temporada de cultivo. Las sequías son más intensas y prolongadas, pero cuando llueve, decimos que “se cae el cielo” pues son devastadores sus efectos; ya no sabemos qué hacer cuando llueve y menos cuando no llueve. Además, la concentración de bióxido de carbono (CO2) en la atmosfera es alarmante, ha llegado a 420 partes por millón (ppm) (Organización Meteorologica Mundial [OMM], 2024). Por efecto de esta concentración se está reduciendo el valor nutritivos de los alimentos que se producen en el campo, lo cual nos afecta directamente. También afecta a las plagas, pero ellas están solucionando este problema comiendo más.

Foto: Sami Abdullah
Foto: Eva Bronzini
Foto: Connor McManus

Todo ese esfuerzo para tener un cultivo sano y vigoroso se puede ir a la basura por una helada, una sequía, o un ataque devastador de plagas, entre otras cosas.  ¿Se imaginan la expresión facial de los agricultores al constatar que la madre naturaleza ha destruído todo? En ese momento, ¿qué pasa por la mente del productor? Pocas veces se habla de la tristeza, la ansiedad, el enojo, y la desesperanza que deja la lucha diaria en el campo. Las emociones también son parte del campo. El primer autor de este manuscrito les contará una vivencia de esta naturaleza que le marcó la vida:

“Voy a describir un suceso desgarrador que ocurrió en la década de los 70´s. El sur del estado de Jalisco ha sido una zona cañera importante. Los cañeros y el Ingenio que procesa la cosecha trabajan en equipo. Los productores cultivan con ahínco y el Ingenio los financia con insumos como fertilizantes, plaguicidas, incluso mano de obra. Ellos entregan la cosecha al Ingenio y éste hace cuentas del valor económico que tuvo y deduce los apoyos citados. En el mes de julio de un año que no quiero acordarme, pero fue entre 1970 y 1975, los cañeros iban felices del Rancho San Vicente a Ciudad Tamazula, Jalisco; se dirigían a las oficinas del Ingenio para recibir el cheque por las ganancias que obtuvieron.

La idea era que de ahí fueran al banco a cambiar el cheque; con ello compraban alimentos y muchas otras cosas que necesitam. Cada cañero solicitaba los servicios de un taxi para llevarlos de regreso al rancho; no era posible regresarse caminando con tantas cosas que se necesitan. Pero en esa época fatal, llegó el gusano barrenador del tallo, una plaga que nadie había visto antes, y al descubrir su presencia, sufrimos. Los hembras de esta especie de Lepidoptera ponen sus huevos en el envés de las hojas y las larvas al emerger se alimentan de los residuos valiosos que quedaron de los huevos que emergieron.

Agarran fuerzas y se dirigen a la base del tallo de la planta. Ahí hacen una perforación y penetran haciendo galerías donde se alimentan y al parecer viven una vida muy cómoda. El problema no terminó ahí, en la nervadura de las hojas vive un hongo que se conoce como muermo rojo y no hace daño importante, pero cuando entra a los túneles que hace el barrenador, hidroliza los azúcares; es decir, destruye la cosecha. Estas dos especies de plagas le hicieron pinza a los cañeros. Las pérdidas en campo fueron cuantiosas. Yo era un niño y bien recuerdo que después de la primera cosecha devastada fuimos, en el mes de julio, al ingenio para ver si algo habíamos ganado. En el camino de ida a mi padre lo veía preocupado, sabía que las noticias podrían no ser muy buenas. Nos formamos y cuando llegó nuestro turno fuimos informados de una noticia cruel: al Ingenio se le debía mucho dinero, pues la cosecha valió muy poco frente a los apoyos que nos dieron. La persona que nos atendió trató de suavizar las cosas diciendo que “eso les pasó a todos los cañeros y que la deuda se pagaría en la siguiente cosecha”. Vi que a la cara que tenía mi padre cambió a algo mucho peor que la preocupación. Era una época en que a los hombres se les enseñaba que no debían llorar, pero se le salieron las lágrimas. 

A mi corta edad pude entender la situación y no me atreví a pedirle que me comprara alguna de las muchas golosinas que me gustaban. En silencio nos regresamos al rancho. Lo mismo hicieron los demás campesinos, nadie hablaba con nadie. Hubo una persona que cuando llegó a su casa, el perro extremadamente feliz y moviendo la cola fue a recibirlo. 

Este señor muy enojado y sin capacidad de controlar sus emociones le dio una patada en el hocico y le dijo “toma cabrón lo que te tocó de la liquidación”. Afortunadamente teníamos tortillas y frijoles para comer lo que restaba de la semana. Al día siguiente temprano me levanto y me doy cuenta que en la noche alguien se metió a nuestra casa y nos robó las tortillas, la olla de los frijoles y un costal de frijoles. ¿Más problemas? Fui al campo a recolectar verdolagas para comer. Me llevé un costal y no me atrevía a entrar a las parcelas; mi mente procesaba que las verdolagas de ahí podrían tener plaguicidas. Busqué y encontré muchas plantas en áreas que consideré no tenían problema, pues estaban a una distancia prudente a la zona de cultivo. Las verdolagas son una especie de planta comestible muy nutritiva que se hierve en agua con sal, luego se les agrega carne de puerco para darle un sabor magnifico. Mi madre nos dijo que ya no les pondría carne de puerco porque había descubierto que si lo hacía aparecían cabellos humanos en la comida, y no quería eso para nosotros. Yo la miré y la apoyé en silencio, sabía que no era cierto, pero ella no deseaba preocuparnos. A todos nos tranquilizó y un hermano le recordó que no le fuera a poner carne de puerco a las verdolagas, pues los cabellos daban mucho asco. Con muchas dificultades pasamos ese amargo periodo hasta que la intervención de especialistas respaldados por el Gobierno Federal, Estatal y Municipal pudieron controlar la plaga y nosotros regresamos a la normalidad. Este hecho me hizo ser apasionado del estudio de la Entomología”

Foto: Adrienne Andersen

Este escenario es más común de lo que las personas ajenas a la agricultura se imaginan. Muchos estudios, incluyendo los más rigurosos y apreciados en la comunidad científica hablan del campo como si fuera una ecuación. Dicen “pérdidas por cambio climático”, “impacto económico de la inseguridad”, “variaciones del mercado”. Pero pocas veces se habla del ser humano que hay detrás: usted, agricultor, que carga con la incertidumbre, con el miedo de que lo asalten en la carretera y le roben los alimentos que con tanto sacrificio cultivó, con el dolor de ver sus cosechas irse al despeñadero.

Las amenazas que nublan la producción de alimentos, también pueden ser crueles con las personas ajenas al campo.

La población de Irlanda, de 1846 a 1852, sufrió una terrible hambruna que aún recuerdan con tristeza. En 26 páginas, Gráda (1992), profesor de la University College Dublin, describe con precisión y detalle este fenómeno donde el ataque al cultivo de papa de un hongo que se conoce como tizón tardío, Phythophtera infestans dejó sin alimento a la sociedad irlandesa y por hambre acabó con la vida de más de un millón de personas, y otro tanto huyeron del país. Debemos ocuparnos de que este evento catastrófico no se vuelva a repetir.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se comprendió que la agricultura debe ser considerada una cuestión de seguridad nacional (Friedmann 1993; National Research Council [NRC] 2010). Un país cuyas ciudades fueron devastadas por la guerra, como ocurrió en Japón, se levantaron de los escombros y volvieron a reconstruir pedazo a pedazo la potencia económica que soy hoy en día. Al parecer los países emergentes no han entendido a cabalidad de qué se trata. La historia ha demostrado que la desnutrición tiene más poder que los misiles para destruir el futuro de un pueblo. Los gobiernos, las universidades, los técnicos, las instituciones; todos debemos hacer más. No solo hablar de cifras, sino escuchar el corazón de los agricultores, entender sus emociones y se deben diseñar políticas que también tomen en cuenta su salud mental y su bienestar. La semilla más valiosa del campo nunca dará fruto sin un agricultor que con esmero la cuide. Es urgente que en la sociedad existan organizaciones que provean de apoyo psicológico a los hombres y mujeres del campo ¿Acaso es justo que los que producen nuestros alimentos vivan con angustia y que con su pobreza alimenten a las ciudades? Por eso hoy levantamos la voz para decirlo claro: usted no está solo. Merece apoyo, respeto y soluciones reales.

Sin menospreciar los momentos alegres y felices, reconocemos que todos los seres humanos encontramos tragos amargos en este camino materializado que se llama vida; todos enfrentamos difultades y a veces lloramos. En lucha para producir los alimentos que nutren al mundo, los agricultores también lloran

Nota: Todas las imágenes se generaron con IA (OpenAI, 2025).

Referencias:

Friedmann, H. 1993. The Political Economy of Food: A Global Crisis. New Left Review, (197), 29–57.

Gráda, C. Ó. 2004. Ireland´s great famine, pp 1-26. In: Gráda, C. Ó., R. Paping and Eric Vanhaute (eds.), The potato famine of 1845-1850: causes and effects of the ‘last’ European subsistence crisis- CORN Publication Series: Comparative Rural History of the North Sea Area .University College Dublin. file:///Users/batman/Downloads/Irelands_great_famine.pdf (Accesado: Abril, 2025).

NRC (National Research Council). 2010. Toward Sustainable Agricultural Systems in the 21st Century. The National Academies Press. https://doi.org/10.17226/12832

OMM. (2025). El año 2024 va camino de ser el más cálido jamás registrado en un momento en que el calentamiento supera transitoriamente el umbral de 1,5 °C. https://wmo.int/es/news/media-centre/el-ano-2024-va-camino-de-ser-el-mas-calido-jamas-registrado-en-un-momento-en-que-el-calentamiento

OpenAI. (2025). Imágenes generadas por inteligencia artificial con DALL·E mediante ChatGPT [Imágenes]. ChatGPT. https://openai.com/chatgpt

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